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En 1890 con la caída de Juárez Celman se inició en el país un período duro en el aspecto económico. El gobierno tuvo que renegociar la deuda externa varias veces, y el poder se concentró aún más en Buenos Aires. Entre 1895 y 1900 la recuperación de la situación económica fue rápida, incrementada por la agricultura, la apertura de las fronteras, el aumento de la producción y la expansión de los ferrocarriles. Tiempo posterior a 1895 se caracterizó por la expansión de los sectores económicos, fundamentalmente el comercio exterior de productos agrícolas. Las inversiones extranjeras fueron de gran importancia. Hubo un gran crecimiento demográfico, aumento del nivel de vida y flujo inmigratorio. En 1914, alrededor de un tercio de la población era extranjera. Buenos Aires presentaba el aspecto de una ciudad moderna similar a otras grandes del mundo, la sociedad urbana estaba altamente diversificada. Fuera de Buenos Aires, la región pampeana era la más desarrollada y el resto del Interior casi sin cambios. Por lo tanto coexistían en la Argentina la modernidad y el retraso. Durante los tiempos del Centenario en medio de festejos y optimismo por los logros económicos y el progreso nacional, comenzó una ola de huelgas y protestas obreras. Los sectores populares organizaron asociaciones gremiales, mutuales, los socialistas empezaron a tener mayor lugar en el Congreso, y el radicalismo comenzó a crecer entre los jóvenes. La llamada "Ley Sáenz Peña" de 1912 permitió la representación de las minorías y la obligatoriedad del voto. El temor a la disolución de la identidad nacional se tradujo en el cuestionamiento al cosmopolitismo de la gran ciudad, y a esta masiva presencia de extranjeros. Algunos intelectuales se inclinaron por el nacionalismo cultural, corriente que reafirma el pasado criollo. Los principales representantes de la reacción nacionalista fueron Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas y Manuel Gálvez. El cuestionamiento más importante era hacia los inmigrantes, vistos como una amenaza, y al sistema democrático. En 1916 triunfó Hipólito Yrigoyen. Este gobierno fue cuestionado permanentemente. Su política fue de neutralidad, continuó la batalla entre los conservadores trato de fortalecer los vínculos con los jóvenes universitarios, apoyando la Reforma de 1918, cuando fue creada la FUA (Federación Universitaria Argentina). En 1919 el descontento se acrecentó con huelgas generales, se desató la violencia y comenzó la represión policial. Esto se conoció como "Semana trágica", con la crisis crecieron la burocracia y los gastos del Estado. En 1922 asumió la presidencia Marcelo T. De Alvear, no contó con demasiado apoyo de su propio partido y en 1924 se produjo una división dentro del radicalismo. El grupo mayoritario era favorable al retorno de Yrigoyen. Finalmente, en 1928, fue reelecto Yrigoyen beneficiado por su imagen positiva y su bandera de nacionalización del petróleo, pero sus armas se agotaron cuando no pudo seguir sosteniendo el presupuesto estatal en medio de la gran depresión de 1929. La década del veinte en el ámbito cultural fue de grandes cambios en lo estético y en el modo de pensar la actividad literaria. Esta renovación se vincula con el surgimiento de las vanguardias europeas, tenían como principios la valoración de lo irracional, la búsqueda de nuevas formas de expresión. Llegó a América, especialmente a nuestro país difundido por Jorge L. Borges. En los años 1930 / 1940 el nacionalismo recorrió el país y las clases dirigentes tradicionales se restauraron en el poder. En 1930 el golpe de estado de José Uriburu y los conservadores, terminó con la presidencia de Yrigoyen, el grupo conservador a cargo de Agustín P. Justo presionó a Uriburu para el llamado a elecciones. En 1932 asumió Justo. El nuevo gobierno levantó el estado de sitio y liberó a los presos políticos. Se lograron equilibrar los conflictos económicos; se reguló el tipo de cambio, se instaló el impuesto a los réditos, se controló el mercado de carnes y continuaron los negocios con Gran Bretaña. El gobierno de Justo culminó en 1938 y lo sucedió Roberto Ortiz, antiguo antipersonalista y conservador, quien se propuso terminar con los fraudes electorales y mediar en los conflictos sindicales. Pero murió en 1940 y su vicepresidente, Ramón Castillo, al reemplazarlo, desmoronó aquellos intentos. |